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ABOGADO CON INTERES SOCIAL. ASESORIAS PENALES, CIVILES, MERCANTILES, AGRARIO, ADMINISTRATIVO, LABORAL Y LOPNA

lunes, 29 de julio de 2013


POR: Antonio Macea

SOPORTANDO LA PRUEBA. PARTE III

Decía en el escrito anterior que es sumamente importante saber que “Los cimientos son esenciales para que una estructura pueda soportar varios pisos. En caso de que la cimentación sea débil, inevitablemente se producirá un colapso y el edificio se vendrá a tierra”. Con estas palabras como constructor que soy, sustentó la importancia de tener una base sólida en toda construcción. Igual ocurre con nuestra vida. A menos que haya un buen basamento, experimentaremos trastornos que serán evidentes a todos. Enfrentaremos dolor y lo provocaremos en los demás. Considero que se trata de una ilustración que grafica dos elementos sobre los que debemos trabajar como preámbulo a una Consejería eficaz, oportuna y bíblica: la Personalidad y la Conducta. Para quien estudio psicología o quizá recibió asignaturas afines durante su formación académica en el Seminario o en el Instituto Bíblico, es fácil comprender de qué se trata; sin embargo, como aspiramos tornar muy sencilla la enseñanza de tal manera que además de asequible a todo Pastor, Obrero o Líder que trabaja en la obra de Jesucristo, sea muy práctica, debemos comenzar por definir estos dos grandes conceptos de manera que los podamos comprender y asimilar con facilidad.  Latinoamérica se vio sacudida hace algún tiempo con la noticia sobre un hombre que, comenzando la mañana y frente a su negocio de ferretería en una plaza de mercado, procedió a agredir con un destornillador a los transeúntes. No había razón aparente para su comportamiento. Las autoridades reaccionaron con rapidez. Pese a ello no fue fácil detenerlo, es más, era literalmente imposible. Seguía lanzando ataques con aquella herramienta. Los intentos de un agente del orden por detenerlo degeneraron en una gresca hasta que un disparo zanjó las diferencias. El hombre murió. Su tragedia había comenzado dos horas atrás. Apenas se sentó a beberse un café en el desayuno, la esposa le recordó que debían tres meses de renta, a los hijos les habían devuelto dos veces de la escuela por estar atrasados en el pago de la colegiatura y, además, aquél día no tenían nada para el almuerzo.“¿Qué hago, mujer, si el negocio cada día va peor?”, gritó ofuscado al tiempo que echaba por el suelo el pocillo con café. Salió dando tremendo portazo. Estaba angustiado. La más mínima provocación desencadenó su ira irracional. Alguien que presenció la escena resumió el asunto al decir: “A este pobre hombre lo mató la desesperación”. Tenía razón. Estaba atravesando por un mal momento que se dimensionó como producto de problemas en su personalidad. Un hombre de la antigüedad a quien se consideraba ejemplo, delante de Dios y de los hombres, la esencia misma de la rectitud, se encontró en un abrir y cerrar de ojos en una penosa situación: perdió sus posesiones, en un absurdo accidente murieron sus hijos y para coronar la sucesión de incidentes trágicos, evidenció una enfermedad que no podían controlar los médicos de la época. Fue una presión externa enorme que golpeó su vida y, por ende, su personalidad. Presa de la desesperanza escribió: “Perezca el día en que yo nací, y la noche que dijo: “Un varón ha sido concebido”. ¿Por qué no morí yo al nacer, o expiré al salir del vientre? Porque ahora yo yacería tranquilo; dormiría, y entonces tendría descanso...¿Por qué se da luz al que sufre, y vida al amargado de alma; a los que ansían la muerte, pero no llega, y cavan por ella más que por tesoros; que se alegran sobremanera, y se regocijan cuando encuentran el sepulcro? Porque al ver mi alimento salen mis gemidos, y mis clamores se derraman como agua. Pues lo que temo viene sobre mí, y lo que me aterroriza me sucede. No tengo reposo ni estoy tranquilo, no descanso, sino que me viene tribulación” (Job 3:1, 11,20, 21, 24-26. La Biblia de las Américas). ¿Le resultan familiares estas reacciones? ¿Acaso ha tenido la oportunidad de apreciar actitudes así en amigos, familiares o tal vez en su propio ser? Si es así –como no dudo que haya ocurrido—hay problemas de personalidad tras los comportamientos errados descritos. Ese es el punto clave al que debe dirigirse el Consejero Cristiano. Ahora, para alcanzar mayor eficacia en la tarea, tanto de análisis como de acompañamiento con una orientación fundamentada en las Escritura, es necesario que definamos qué es la Personalidad. La forma más sencilla de describir la personalidad es precisando que se trata del conjunto total de nuestras facultades físicas, mentales y emocionales, que a lo largo de la vida de cada ser han sido construidas a partir de vivencias, experiencias y aprendizajes tanto favorables como desfavorables, positivos y negativos. Estos rasgos nos tornan distintos de las demás personas. Son algo único en cada hombre y mujer, porque igual, cada uno de nosotros es un mundo diferente. Sobre esa base, es natural que las reacciones difieran en las personas cuando reciben un estímulo igual. Por ejemplo: a Job, el personaje bíblico, le avisaron que había perdido sus propiedades y más aún: sus hijos. Se pronunció con calma ante quienes trajeron las malas noticias: “Desnudo  salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor” (Job 1:22. La Biblia de las Américas). Moisés, el profeta que guiado por Dios sacó a Israel de la esclavitud egipcia, también experimentó una situación delicada. Caminando  en el desierto  habían llegado a un lugar entre Elim y Sinaí. Tenían hambre y fatiga. “Y toda la congregación de los hijos de Israel, murmuró contra Moisés y contra Aarón en el desierto.” Los dos siervos de Dios se llenaron de angustia. ¡Era toda una nación en su contra! Fueron al Señor en procura de ayuda. La calma retornó cuando Él se pronunció: “Entonces el Señor le dijo a Moisés: he aquí, haré llover pan del cielo para vosotros, y el pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de cada día, para ponerlos a prueba si andan o no en mi ley” (Éxodo 16:2, 4. La Biblia de las Américas). Como podrá apreciar, mientras que Job guardó la calma y recurrió a Dios cuando las circunstancias se hicieron cada vez más difíciles y minaron su confianza en el poder divino, en Moisés la reacción fue opuesta: inmediatamente buscó al Supremo Hacedor porque en ocasiones, fácilmente sucumbía a las presiones.                                                       Nota algunos extractos de Consejería Pastoral de Ps. Fernando Alexis Jiménez

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