SOPORTANDO LA PRUEBA.
PARTE III
Decía en el escrito
anterior que es sumamente importante saber que “Los cimientos son esenciales para que una estructura
pueda soportar varios pisos. En caso de que la cimentación sea débil,
inevitablemente se producirá un colapso y el edificio se vendrá a tierra”. Con
estas palabras como constructor que soy, sustentó la importancia de tener una
base sólida en toda construcción. Igual ocurre con nuestra vida. A menos que haya un buen basamento,
experimentaremos trastornos que serán evidentes a todos. Enfrentaremos dolor y
lo provocaremos en los demás. Considero que se trata de una ilustración que
grafica dos elementos sobre los que debemos trabajar como preámbulo a una
Consejería eficaz, oportuna y bíblica: la Personalidad y la Conducta. Para
quien estudio psicología o quizá recibió asignaturas afines durante su
formación académica en el Seminario o en el Instituto Bíblico, es fácil
comprender de qué se trata; sin embargo, como aspiramos tornar muy sencilla la
enseñanza de tal manera que además de asequible a todo Pastor, Obrero o Líder
que trabaja en la obra de Jesucristo, sea muy práctica, debemos comenzar por
definir estos dos grandes conceptos de manera que los podamos comprender y asimilar
con facilidad. Latinoamérica se vio
sacudida hace algún tiempo con la noticia sobre un hombre que, comenzando la
mañana y frente a su negocio de ferretería en una plaza de mercado, procedió a
agredir con un destornillador a los transeúntes. No había razón aparente para
su comportamiento. Las autoridades reaccionaron con rapidez. Pese a ello no fue
fácil detenerlo, es más, era literalmente imposible. Seguía lanzando ataques
con aquella herramienta. Los intentos de un agente del orden por detenerlo degeneraron
en una gresca hasta que un disparo zanjó las diferencias. El hombre murió. Su
tragedia había comenzado dos horas atrás. Apenas se sentó a beberse un café en
el desayuno, la esposa le recordó que debían tres meses de renta, a los hijos
les habían devuelto dos veces de la escuela por estar atrasados en el pago de
la colegiatura y, además, aquél día no tenían nada para el almuerzo.“¿Qué hago, mujer, si el negocio cada día va
peor?”, gritó ofuscado al tiempo que echaba por el suelo el pocillo con
café. Salió dando tremendo portazo. Estaba angustiado. La más mínima
provocación desencadenó su ira irracional. Alguien que presenció la escena
resumió el asunto al decir: “A este pobre
hombre lo mató la desesperación”. Tenía razón. Estaba atravesando por un mal
momento que se dimensionó como producto de problemas en su personalidad. Un
hombre de la antigüedad a quien se consideraba ejemplo, delante de Dios y de
los hombres, la esencia misma de la rectitud, se encontró en un abrir y cerrar
de ojos en una penosa situación: perdió sus posesiones, en un absurdo accidente
murieron sus hijos y para coronar la sucesión de incidentes trágicos, evidenció
una enfermedad que no podían controlar los médicos de la época. Fue una presión
externa enorme que golpeó su vida y, por ende, su personalidad. Presa de la
desesperanza escribió: “Perezca el día en que yo nací, y la noche
que dijo: “Un varón ha sido concebido”. ¿Por qué no morí yo al nacer, o expiré
al salir del vientre? Porque ahora yo yacería tranquilo; dormiría, y entonces
tendría descanso...¿Por qué se da luz al que sufre, y vida al amargado de alma;
a los que ansían la muerte, pero no llega, y cavan por ella más que por
tesoros; que se alegran sobremanera, y se regocijan cuando encuentran el
sepulcro? Porque al ver mi alimento salen mis gemidos, y mis clamores se
derraman como agua. Pues lo que temo viene sobre mí, y lo que me aterroriza me
sucede. No tengo reposo ni estoy tranquilo, no descanso, sino que me viene
tribulación” (Job 3:1, 11,20, 21, 24-26. La Biblia de las Américas). ¿Le
resultan familiares estas reacciones? ¿Acaso ha tenido la oportunidad de
apreciar actitudes así en amigos, familiares o tal vez en su propio ser? Si es
así –como no dudo que haya ocurrido—hay problemas de personalidad tras los
comportamientos errados descritos. Ese es el punto clave al que debe dirigirse
el Consejero Cristiano. Ahora, para alcanzar mayor eficacia en la tarea, tanto
de análisis como de acompañamiento con una orientación fundamentada en las
Escritura, es necesario que definamos qué es la Personalidad. La forma más
sencilla de describir la personalidad es precisando que se trata del conjunto
total de nuestras facultades físicas, mentales y emocionales, que a lo largo de
la vida de cada ser han sido construidas a partir de vivencias, experiencias y aprendizajes
tanto favorables como desfavorables, positivos y negativos. Estos rasgos nos
tornan distintos de las demás personas. Son algo único en cada hombre y mujer,
porque igual, cada uno de nosotros es un mundo diferente. Sobre esa base, es
natural que las reacciones difieran en las personas cuando reciben un estímulo
igual. Por ejemplo: a Job, el personaje bíblico, le avisaron que había perdido
sus propiedades y más aún: sus hijos. Se pronunció con calma ante quienes
trajeron las malas noticias: “Desnudo
salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El Señor dio y el
Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor” (Job 1:22. La Biblia de las
Américas). Moisés, el profeta que guiado por Dios sacó a Israel de la
esclavitud egipcia, también experimentó una situación delicada. Caminando en el desierto habían llegado a un lugar entre Elim y Sinaí.
Tenían hambre y fatiga. “Y toda la congregación de los hijos de
Israel, murmuró contra Moisés y contra Aarón en el desierto.” Los dos siervos
de Dios se llenaron de angustia. ¡Era toda una nación en su contra! Fueron al
Señor en procura de ayuda. La calma retornó cuando Él se pronunció: “Entonces
el Señor le dijo a Moisés: he aquí, haré llover pan del cielo para vosotros, y
el pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de cada día, para ponerlos a
prueba si andan o no en mi ley” (Éxodo 16:2, 4. La Biblia de las Américas).
Como podrá apreciar, mientras que Job guardó la calma y recurrió a Dios cuando
las circunstancias se hicieron cada vez más difíciles y minaron su confianza en
el poder divino, en Moisés la reacción fue opuesta: inmediatamente buscó al
Supremo Hacedor porque en ocasiones, fácilmente sucumbía a las presiones.
Nota algunos extractos de Consejería
Pastoral de Ps. Fernando Alexis Jiménez
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