POR: ANTONIO MACEA
No se deje
llevar del mal consejo que siempre dan los injustificados celos. Sepa
apreciar los valores de los demás. Sepamos ubicarnos en el centro de los planes
de Dios para nuestras vidas y valorar y utilizar al máximo los dones y
habilidades que Él ha puesto en nuestro haber. ¿Cuántas veces hemos visto a
otras personas hacer el ridículo intentando imitar a otros o realizar alguna
tarea para la cual no están capacitados? El problema es que no sólo los
demás cometen tal error, sino que nosotros también podemos cometerlos. Después
de haber expuesto lo anterior. Quisiera retomar alguna reflexión anterior de uno
de mis escrito como por ejemplo: Cuando llegue a este mundo a lo mejor quise
reír, pero un golpe me hizo llorar, Así me recibió el mundo, tan solo el abrazo
de mi madre calmo el dolor. Crecí en esta tierra respirando este aire y alimentándome
de lo que ella da, aprendí a amar a los árboles que tienen tantas historias para
contar, a las plantas que crecen por todos lados y tienen tan buenos
sentimientos, aprendí a amar a los animales que tienen una conciencia un poco
mas limitada que los seres humanos, pero sus sentimientos son tan plenos tan
simples, aprendí que existe la envidia, el egoísmo, la guerra y sobre todo el
racismo que es una forma odiosa de insultar la Creación de Dios. Aprendí
como se denigran las personas y buscan su propia destrucción por un interés
transitorio, más ellos piensan que son tesoros eternos, tratan de lograr sus
objetivos sin importarles nada acerca de otros seres que viven en inferioridad
de condiciones, y muchas veces esas personas no tienen qué comer. Vi lo que es
el orgullo, la maldad, la insolencia, la avaricia, el desprecio, la burla, la marginación,
la mentira, la violencia, la degradación, el egoísmo, la soberbia, la
hipocresía y el olvido, vi tantas cosas feas, tantas cosas que yo no había
visto desde allí. Aprendí a cada paso viendo cada una de esas cosas, sintiendo
en mi piel correr el ácido de la pobreza humana, llorando, cayéndome y
volviéndome a levantar, respirando profundo, mirando el cielo azul de todos los
tiempos, viví a cada momento un trozo de la historia, buscando calmar el ánimo
y mejorando mis días, siempre tratando de encontrar una explicación en ojos de
cristal de las personas que veo a diario y sin embargo no asumen su rol en el
divino porvenir, no se dan cuenta de su importancia en el relato de la vida,
entonces sufren, pelean, reclaman, gritan, y piensan que a nadie les importan,
porque los otros también están haciendo lo mismo. Cada uno trae a este mundo
una misión que cumplir. Hay algunas misiones que son familiares y te enseñan a
caminar, otras, te enseñan a volar, hay quien viene para educar, otros para tan
solo amar, hay tantas misiones como seres humanos existen, son tantas las cosas
maravillosas que cada uno debe descubrir pero cuesta aprender y "ver"
lo que los ojos del alma ven. En cada pedacito de tiempo lloramos un poco por
muchas cosas difíciles y nos sentimos impotentes ante la crueldad, pero la
misión debe continuar, con mucho peso sobre los hombros, debemos seguir, tal
vez en el camino encontremos la luz de las estrellas que brillan recordándonos
de donde venimos. Dios no te juzga porque tengas dinero, o porque quieras
conseguirlo, te juzga porque por omisión no haces nada por aquellos a los que
le falta el pan, un abrigo o una palabra de amor.>Cuenta una vieja historia
que: Un granjero fue un día a sus establos a revisar sus bestias de carga,
entre ellas se encontraba su asno favorito, el cual siempre estaba bien
alimentado y era quien cargaba a su amo. Junto con el granjero venía también su
perrita faldera, la cual bailaba a su alrededor, lamía su mano y saltaba alegremente
lo mejor que podía. El granjero revisó su bolso y dio a su perrita un
delicioso bocado, y se sentó a dar órdenes a sus empleados. La perrita
entonces saltó al regazo de su amo y se quedó ahí, parpadeando sus ojos
mientras el amo le acariciaba sus orejas. El asno celoso de ver aquello, se soltó
de su jáquima y comenzó a pararse en dos patas tratando de imitar el baile de
la perrita. El amo no podía aguantar la risa, y el asno arrimándose a él,
puso sus patas sobre los hombros del granjero intentando subirse a su regazo. Los
empleados del granjero corrieron inmediatamente con palos y horcas, enseñándole
al asno que las toscas actuaciones no son cosa de broma.
La fábula de
hoy nos muestra cuán desastrosos consejeros suelen ser los celos y la
envidia. No sólo nos enferman sino que también nos llevan a traer sobre
nosotros el ridículo y la pérdida de credibilidad para con quienes nos
rodean. Sepamos ubicarnos en el centro de los planes de Dios para
nuestras vidas y valorar y utilizar al máximo los dones y habilidades que Dios
ha puesto en nuestras vidas y no tendremos que preocuparnos por lo que le pasó
al asno de la fábula. Adelante y que el Señor les bendiga.
Visítenos
en Ministerio Evangelistico Misionero La paz de Cristo, Calle Rivas /Ayacucho.
Sector la Morena.
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