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lunes, 1 de octubre de 2012


POR: ANTONIO MACEA
Ver Lo Que Los Ojos Del Alma Ven…

No se deje llevar del mal consejo que siempre dan los injustificados celos.  Sepa apreciar los valores de los demás. Sepamos ubicarnos en el centro de los planes de Dios para nuestras vidas y valorar y utilizar al máximo los dones y habilidades que Él ha puesto en nuestro haber. ¿Cuántas veces hemos visto a otras personas hacer el ridículo intentando imitar a otros o realizar alguna tarea para la cual no están capacitados?  El problema es que no sólo los demás cometen tal error, sino que nosotros también podemos cometerlos. Después de haber expuesto lo anterior. Quisiera retomar alguna reflexión anterior de uno de mis escrito como por ejemplo: Cuando llegue a este mundo a lo mejor quise reír, pero un golpe me hizo llorar, Así me recibió el mundo, tan solo el abrazo de mi madre calmo el dolor. Crecí en esta tierra respirando este aire y alimentándome de lo que ella da, aprendí a amar a los árboles que tienen tantas historias para contar, a las plantas que crecen por todos lados y tienen tan buenos sentimientos, aprendí a amar a los animales que tienen una conciencia un poco mas limitada que los seres humanos, pero sus sentimientos son tan plenos tan simples, aprendí que existe la envidia, el egoísmo, la guerra y sobre todo el racismo que es una forma odiosa de insultar la Creación de Dios. Aprendí como se denigran las personas y buscan su propia destrucción por un interés transitorio, más ellos piensan que son tesoros eternos, tratan de lograr sus objetivos sin importarles nada acerca de otros seres que viven en inferioridad de condiciones, y muchas veces esas personas no tienen qué comer. Vi lo que es el orgullo, la maldad, la insolencia, la avaricia, el desprecio, la burla, la marginación, la mentira, la violencia, la degradación, el egoísmo, la soberbia, la hipocresía y el olvido, vi tantas cosas feas, tantas cosas que yo no había visto desde allí. Aprendí a cada paso viendo cada una de esas cosas, sintiendo en mi piel correr el ácido de la pobreza humana, llorando, cayéndome y volviéndome a levantar, respirando profundo, mirando el cielo azul de todos los tiempos, viví a cada momento un trozo de la historia, buscando calmar el ánimo y mejorando mis días, siempre tratando de encontrar una explicación en ojos de cristal de las personas que veo a diario y sin embargo no asumen su rol en el divino porvenir, no se dan cuenta de su importancia en el relato de la vida, entonces sufren, pelean, reclaman, gritan, y piensan que a nadie les importan, porque los otros también están haciendo lo mismo. Cada uno trae a este mundo una misión que cumplir. Hay algunas misiones que son familiares y te enseñan a caminar, otras, te enseñan a volar, hay quien viene para educar, otros para tan solo amar, hay tantas misiones como seres humanos existen, son tantas las cosas maravillosas que cada uno debe descubrir pero cuesta aprender y "ver" lo que los ojos del alma ven. En cada pedacito de tiempo lloramos un poco por muchas cosas difíciles y nos sentimos impotentes ante la crueldad, pero la misión debe continuar, con mucho peso sobre los hombros, debemos seguir, tal vez en el camino encontremos la luz de las estrellas que brillan recordándonos de donde venimos. Dios no te juzga porque tengas dinero, o porque quieras conseguirlo, te juzga porque por omisión no haces nada por aquellos a los que le falta el pan, un abrigo o una palabra de amor.>Cuenta una vieja historia que: Un granjero fue un día a sus establos a revisar sus bestias de carga, entre ellas se encontraba su asno favorito, el cual siempre estaba bien alimentado y era quien cargaba a su amo. Junto con el granjero venía también su perrita faldera, la cual bailaba a su alrededor, lamía su mano y saltaba alegremente lo mejor que podía. El granjero revisó su bolso y dio a su perrita un delicioso bocado, y se sentó a dar órdenes a sus empleados. La perrita entonces saltó al regazo de su amo y se quedó ahí, parpadeando sus ojos mientras el amo le acariciaba sus orejas. El asno celoso de ver aquello, se soltó de su jáquima y comenzó a pararse en dos patas tratando de imitar el baile de la perrita. El amo no podía aguantar la risa, y el asno arrimándose a él, puso sus patas sobre los hombros del granjero intentando subirse a su regazo. Los empleados del granjero corrieron inmediatamente con palos y horcas, enseñándole al asno que las toscas actuaciones no son cosa de broma.
La fábula de hoy nos muestra cuán desastrosos consejeros suelen ser los celos y la envidia.  No sólo nos enferman sino que también nos llevan a traer sobre nosotros el ridículo y la pérdida de credibilidad para con quienes nos rodean.  Sepamos ubicarnos en el centro de los planes de Dios para nuestras vidas y valorar y utilizar al máximo los dones y habilidades que Dios ha puesto en nuestras vidas y no tendremos que preocuparnos por lo que le pasó al asno de la fábula.  Adelante y que el Señor les bendiga.


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