Nuestro Pronto Auxilio...
El Espíritu Santo. Parte I
En definitiva, hermanos, Dios no es como nosotros, él es absolutamente
santo, y su santidad, en primer lugar nos asegura que podemos confiar en él, y
en las circunstancias que él permite en nuestra vida. Buscar para nosotros algo
distinto, escoger para nuestra vida otra cosa que no sea la voluntad de Dios,
es peor que negarle, es decirle que no es santo. En segundo lugar, aunque
nuestra motivación principal a la santidad es, desde luego, el amor de Dios, su
obra en nosotros, el agradecimiento que sentimos, la esperanza firme y cierta
de la vida eterna, de las promesas del mundo venidero, del nuevo cuerpo que nos
espera en unos nuevos cielos y una nueva tierra, del hecho de saber que mucho
mayor gozo, paz, felicidad en cumplir la voluntad de Dios que en cualquier cosa
que pueda ofrecer el pecado, no es menos bíblico motivarnos a la santidad
meditando en el profundo aborrecimiento que le causa a Dios nuestro pecado. De
una profundidad proporcional a su propia santidad, es decir, Siendo
infinitamente santo, nuestro pecado le causa un aborrecimiento infinito.
Examinemos entonces nuestras vidas y veamos en qué áreas de nuestra vida nos
hemos acostumbrado a vivir con el pecado. Qué cosas son aquellas que estamos
haciendo o dejando de hacer, aunque sabemos que no se ajustan a la voluntad de
Dios. Cuáles son las excusas que estamos utilizando para seguir desobedeciendo,
para decirnos a nosotros mismos que no tenemos otro remedio, o tiempo, o
fuerzas, o posibilidad. ¿Acaso pensamos que Dios se conformará en coexistir
pacíficamente con nuestra falta de obediencia, como si no le importara el
pecado? ¿Hemos olvidado pensar en qué consiste su santidad? ¿Pensáis que podéis
seguir año tras año escuchando en las Escrituras a Jesús llamaros a una vida
santa, de auto negación, de renuncia, de tomar vuestra cruz, por amor al reino
de Dios y por alcanzar un gozo muy superior, y no hacer nada, y no entregarle
vuestras vidas, y seguir reservándoos para vosotros áreas de vuestro tiempo,
áreas de comodidad, áreas de alejamiento de su voluntad sin que pase nada?
Pensáis que vuestras vidas son todo lo que Dios querría de vosotros, pensáis
que esta iglesia es todo lo que Dios quiere que sea una iglesia, y pensáis que
Dios se conformará con algo menos de lo que es perfectamente bueno y santo. No
sin dejar de ser santo él mismo. No os engañéis. La santidad de Dios no va a
dejar de aborrecer el pecado en nosotros sólo porque nosotros nos hayamos
acostumbrado a él. Debemos tomarnos en serio el estándar de la santidad de Dios
si queremos ser auténticos discípulos de Cristo. Recordad, los que resguardan
su vida en vez de entregarla a Dios, la desperdician. Los que pierden su vida
por causa del reino, en realidad encuentran una vida mucho más plena, gozosa y
satisfactoria, con pruebas, y esfuerzo y sacrificio, en obediencia, pero con
una paz de espíritu y un gozo inefable que sólo tienen aquellos que andan en
íntima comunión con un Dios santo. Si en verdad queremos
madurar espiritualmente debemos acudir al Espíritu Santo. La presencia del
Espíritu Santo en nosotros es esencial para nuestra transformación interior, y
nunca desarrollaremos un carácter y un comportamiento que le agrade a Dios sin
Él. En vez de comenzar un programa de autoayuda, ¿por qué mejor no tratar de
descubrir el propósito que tuvo Dios para usted cuando le creó? Puede tener la
seguridad de que el Espíritu Santo estará a su lado para ayudarle en esa
transformación. Pero recuerde que Él no le obligará a cambiar. La única manera
que usted tiene de experimentar todo su potencial en Cristo, es cooperando con
el Espíritu. Permita que el Espíritu le guíe Si usted quiere llegar a
ser todo lo que Dios quiso que fuera, debe comenzar con renunciar a sí mismo.
Fue por eso que el Señor Jesús dijo: “Todo el que procure salvar su vida, la
perderá; y todo el que la pierda, la salvará” (Lc 17.33). No es
posible ser un discípulo de Cristo, y mantener el control. Nuestro potencial se
descubre solamente cuando permitimos que el Espíritu Santo tome el control
absoluto de nuestra vida. Debido a que hay una batalla continua dentro de cada
cristiano, el Espíritu Santo quiere llevarnos a la obediencia a Dios, pero
nuestra carne desea hacer su propia voluntad (Gá 5.17). Satanás trata de
convencernos de que la libertad se logra haciendo lo que queremos, pero, en
realidad, esto termina esclavizándonos. Dios promete que si le permitimos al
Espíritu Santo que señale el camino, dejaremos de desear lo malo (Gá 5.16).
Tome la decisión de dejar que el Señor le dirija, y rinda el control de su vida
a su autoridad. Con el tiempo, notará que el poder de Dios aumentará en usted y
que su carne se volverá menos dominante. En vez de insistir en sus derechos,
prestará atención a la dirección del Espíritu y buscará la voluntad de Dios. No
se trata de una vida de perfección, sino de una vida inclinada a la obediencia.
Todos tropezamos, pero cuando somos llenos del Espíritu, nos apresuramos a
confesar nuestra falta y a apartarnos de nuestro pecado. Confíe en el
Espíritu Santo. Cuando usted se levanta en la mañana, ¿piensa en el
Espíritu Santo antes de iniciar su rutina diaria? ¿Toma la decisión consciente
de depender de Él para que le prepare para todo lo que le espera? La razón por
la que muchos cristianos se sienten derrotados, es porque no entienden lo que
el Espíritu Santo ha venido a hacer en y por medio de ellos. Recuerde que Dios
desea ver en usted el fruto que produce el Espíritu, no los logros que son
producto de su autosuficiencia. Los seres humanos somos capaces de hacer cosas
admirables. Podemos predicar sermones, dar de comer a los pobres y ayudar a
quienes sufren, utilizando nuestras propias fuerzas. De hecho, iglesias
completas pueden funcionar sin ninguna ayuda del Espíritu, y eso no es lo que
el Señor quiere. El trabajo que Dios tiene para nosotros es sobrenatural y
requiere poder sobrenatural para llevarlo a cabo. Ninguno de nosotros es
competente para la tarea, sin el poder que nos da el Espíritu Santo trabajando
por medio de nosotros. De hecho, los discípulos de Cristo no estuvieron listos
para el trabajo de esparcir el evangelio hasta que el Espíritu Santo descendió
sobre ellos en Pentecostés (Lc 24.49). No piense en ningún momento que
este principio es solo para los líderes de la iglesia. Todos necesitamos del
poder del Espíritu Santo en cada aspecto de la vida. Cualquiera puede vivir una
“vida normal”, pero el Señor nos llama a vivir de una manera sobrenatural, de
tal manera que mostremos su carácter en todo lo que hagamos. Sin el poder
divino, ¿cómo se puede llegar a ser un buen padre o una buena esposa, cómo se
puede perdonar, soportar sufrimiento, o ser un buen ejemplo de Cristo en el
trabajo? El fruto del Espíritu no se logra con el esfuerzo propio (Gá 5.22,
23). La única manera de vivir en santidad, es mediante el poder del
Espíritu Santo………………1 Juan 2:4-6, 4 El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus
mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él;5 pero el que
guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado;
por esto sabemos que estamos en él.6 El que dice que permanece en él, debe
andar como él anduvo.
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